Esta anécdota sucedió hace mucho tiempo, cuando asistía regularmente a los salones de la federación de ajedrez a jugar partidas rápidas o simplemente para conversar con algunos conocidos.
Gracias a los torneos nacionales juveniles tenía la oportunidad de conocer a muchas personas que practicaban el ajedrez a lo largo de esta angosta faja de tierra. Es así como llegaban al club desde Arica a Punta Arenas a jugar campeonatos a la capital, donde se realizaban estos eventos de gran importancia, puesto que otorgaban el derecho a los campeones de representar al país en los correspondientes torneos internacionales de la categoría.
Dentro de este contexto conocí a una persona proveniente del norte, quien en cierta oportunidad trajo al club un magnífico juego de ajedrez de plástico. Se trataba de piezas poco comunes que no se pueden conseguir con facilidad en las tiendas, ya que los productos relacionados con el deporte ciencia en Chile son escasos y generalmente caros. Seguramente él había tenido la oportunidad de conseguirlo gracias a la conocida zona franca de Iquique, pues allí llegan muchos productos desde el extranjero a precios muy convenientes.

El asunto es que vuelvo a ver a esta persona que en forma orgullosa se encuentra mirando una partida junto a otros amigos utilizando este bonito juego de ajedrez. Me acerco al grupo, no tanto para ver las movidas que realizaban, sino que para apreciar mejor estas bellas piezas.
Este conocido al verme y seguramente entusiasmado de que su juego de ajedrez atrayese tanta atención, toma una torre que no se estaba utilizando y junto con saludar me dice: - "Mira, estas piezas son irrompibles". Apenas pronunciadas estas palabras ante mi asombro arroja con gran fuerza el indefenso trebejo al suelo para así demostrar la veracidad de su afirmación. La pieza se estrella violentamente y de ella sale volando un pedazo producto del fuerte impacto.
Yo me quedé serio, no sabía qué hacer ni decir, puesto que no esperaba ese tipo de demostración y además pensaba que simplemente hubiese dejado caer la pieza al suelo, pero no arrojarla con gran fuerza como lo hizo. La persona se quedó helada al ver que se había roto la pieza y buscó el pedazo que había volado lejos. Se leía la desilución en su rostro, pero no sé si ésta era debido a la pieza rota o al haber fracasado en la demostración práctica de su afirmación.
Opté por alejarme, ya que una broma o reírse frente a esta situación cómica y sin sentido hubiese sido demasiado humillante para quien trató de demostrar que sus piezas de ajedrez además de ser bonitas eran irrompibles.

3 comentarios:
Creo que el ajedrez aparte de ser un desafío intelectual tiene un atractivo como fetiche por la belleza de tableros y trebejos.
HOLA AMIGO ME GUSTA LO QUE HACES, SABES YO HAGO LO MISMO PUBLICO ARTICULOS PARA SUEPERAJEDREZ, SOY INSTRUCTOR DE AJEDREZ DE PERU-TRUJILLO, BUENO SALUDOS.
hola amigos,yo tambien soy un aficionado del deporte ciencia y con gran alegria acabo de descubrir esta pagina.yo era de santiago pero por motivos de trabajo me traslade a la ciudad de temuco,era socio del club plaza de armas y deje muchos amigos,hoy con mucha nostalgia recuerdo esos dias ya que en esta ciudad no existe nada parecido.choa y suerte a todos
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